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El día a día nos consume, nos puede quitar fuerzas, nos agota muchas veces solo por seguirle el ritmo. Llegar a casa y encontrártelo todo limpio, preparado, un lugar, un refugio seguro donde no tienes que lidiar con vecinos molestos sino que estás en un entorno tranquilo y con todas las comodidades es lo que mucha gente sueña.

Esas son, entre otras, las ventajas de un residencial, un lugar que entiende la forma de vida serena y que respeta tus tiempos. El residencial, no lo mal entiendas, no está dirigido a gente que viene a “retirarse de la vida”. En un lugar como Residencial Puerto de la Luz, sus residentes están muy activos y, sí, es compatible con personas interesadas en un lugar tranquilo pero que siguen su actividad laboral diaria, no es solo para quienes afrontan la jubilación.

Jubilación y vida en cohousing

Y es que entre esas ventajas de ser socio de un residencial como este es sobre todo el ganar en calidad de vida, el poder centrarte en objetivos importantes sabiendo que tus necesidades están más que cubiertas por el residencial, sus servicios y su personal, que con toda profesionalidad atienden esas necesidades básicas como la limpieza, vigilancia, y todas las comodidades que puedas necesitar.

Entre las ventajas sobre todo está el de ser socio de un lugar donde todos se ocupan de las más diversas actividades pero que deja espacio para colaborar o para trabajar por cuenta propia sin tener que depender de vecinos, reuniones y comunidades que nos restan tiempo activo que podríamos emplear en otros menesteres.

El cohousing, que es lo que se hace en este residencial, es una forma de vida, una que apuesta por el tiempo, por el respeto a él y a nuestra dedicación, pues no es un lugar de gente ociosa sino que quien no descansa, está siempre realizando otras actividades.

Residencial puerto de la luz, terraza

La vida en un residencial es una apuesta por uno mismo, es una inversión en tiempo de calidad, en un lugar que siempre va a estar ahí para nosotros y que nos ofrece las mejores condiciones para desarrollarnos como personas en nuestros momentos vitales más maduros.